Correo 72 publicado el 22 Noviembre 2016

Una primera comunión realmente extraordinaria a los 101 años

Da mihi animas, cetera tolle, que podría traducirse como: «Dame almas, el resto poco me importa» Esta divisa que San Juan Bosco ha dado a los salesianos es también la elegida para su ordenación sacerdotal un joven sacerdote brasileño, el padre Domingos Sávio Silva Ferreira, miembro de la Administración Apostólica San Juan María Vianney. Y Dios lo ha escuchado, otorgándole, hace poco, la gracia de dar la primera comunión a una brasileña de... ¡101 años! Una historia que nos alegra compartir con vosotros esta semana.


La primera comunión de Doña Penha.


I – UNA PRIMERA COMUNIÓN EXTRAORDINARIA

«Deseo consagrarme al servicio de las almas. Como San Juan Bosco, quiero dedicarme a los jóvenes. Son el futuro de la Iglesia. Más que nadie, necesitan a Dios y sufren los ataques del mundo y del medio donde viven.»

Así se expresaba el padre Domingos Sávio Silva Ferreira en Facebook, en febrero último, dos meses después de su ordenación sacerdotal, que tuvo lugar el 12 de diciembre de 2015, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América, conferida por monseñor Rifan, obispo de la Administración Apostólica personal San Juan María Vianney. Conocida también como «Campos», nombre de la diócesis donde está implantada, la Administración SJMV es, a escala diocesana, el equivalente de una parroquia personal consagrada a la forma extraordinaria del rito romano. Esta especie de diócesis personal de la forma extraordinaria cuenta con unos 35 000 fieles y cerca de treinta sacerdotes. Y el padre Silva Ferreira es el último sacerdote surgido de sus filas.

Como sucede a menudo con los planes de Dios, siempre inescrutables para nuestras inteligencias humanas, el padre Silva Ferreira –cuyo nombre es justamente el del discípulo amado de don Bosco, Santo Domingo Savio–, que ansiaba trabajar con los jóvenes, ha sido, en cambio, designado capellán de un geriátrico. Pero una gracia inmensa lo aguardaba en ese establecimiento dedicado a Nuestra Señora del Carmelo: la salvación del alma de Doña Penha, una pensionista de 101 años.

Como nos informa la agencia ACI Digital en un artículo del 28 de septiembre de 2016 (leer aquí), Doña Penha ha ingresado al geriátrico el año pasado. En la capilla de esta casa administrada por religiosas, la santa misa se celebra regularmente para los pensionistas. «Doña Penha ha comenzado por acompañar a otras señoras a las celebraciones hasta que, un día, ha pedido confesarse», cuenta Josiane, una de las empleadas. «El padre Silva Ferreira se dio cuenta de que nunca había comulgado y pidió entonces a las hermanas que la prepararan para recibir la sagrada comunión.»

El martes 27 de septiembre de 2016, esta mujer de 101 años ha tenido el privilegio y la gran alegría de recibir por primera vez la Sagrada Eucaristía de manos del joven capellán. «Todos los que la acompañaban, han podido darse cuenta de que era verdaderamente lo que ella quería. A pesar de sus 101 años, es una persona muy lúcida. Se ha preparado y ha recibido la comunión de todo corazón, cuenta Josiane. Ha sido un momento maravilloso, que nos ha recordado que jamás es demasiado tarde para recibir la Sagrada Eucaristía y que nos ha confortado en la fe.»

Este acontecimiento, extraordinario en todo sentido, empezando por la forma de la misa celebrada por el padre Silva Ferreira, prueba que ni el tiempo ni el respeto humano pueden vencer a quien busca de verdad a Dios. Más allá del círculo de los demás pensionistas y del personal que participó en la ceremonia, esta primera comunión, de la que se han publicado fotos en Facebook, compartidas por decenas de personas, ha tenido una gran repercusión gracias a la agencia ACI, la principal agencia de información católica del mundo sudamericano.


El padre Silva Ferreira y sus padres durante la ceremonia de ordenación.


II – LAS REFLEXIONES DE PAIX LITURGIQUE

1) La Administración Apostólica personal San Juan María Vianney, dirigida desde 2002 por Mons. Rifan, ha nacido de la resistencia de un obispo brasileño frente las turbulencias postconciliares. Obispo de la diócesis de Campos (Estado de Río de Janeiro) de 1949 a 1981, Mons. de Castro Mayer se negó a abandonar el misal tradicional y dio origen a una fraternidad sacerdotal fiel a la tradición doctrinal y litúrgica de la Iglesia: la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney. A Mons. de Castro Mayer, co-consagrante, junto con Mons. Lefebvre, de los obispos de la Fraternidad San Pío X en 1988, lo sucedió Mons. Licinio Rangel, quien obtuvo, a fines de 2001, poco antes de que Dios lo llamara a sí, el reconocimiento canónico de la Unión Sacerdotal, erigida como una estructura ad hoc: la administración apostólica personal, que es como una diócesis que reagrupa a los sacerdotes y fieles vinculados a la liturgia tradicional.

2) Una de las características de muchos sacerdotes dedicados a la celebración de la liturgia tradicional es la estar prontos para la misión. En efecto, esta primera comunión extraordinaria no es más que una ilustración del trabajo apostólico del padre Silva Ferreira, joven sacerdote brasileño abrasado por el celo de la salvación de las almas y que ha comprendido que la misión comienza muchas veces muy cerca del tabernáculo, allí donde Jesús Hostia nos llama y nos espera.
En muchas diócesis del mundo, y en particular en Europa, faltan sacerdotes para el servicio de las almas. Muy pocos obispos se animan a confiar a los sacerdotes ordenados para la forma extraordinaria ministerios «transversales», como las capellanías de residencias geriátricas, hospitales, establecimientos escolares o incluso, comunidades religiosas (1). Estos sacerdotes no sólo estarían plenamente calificados y motivados para tales ministerios, sino que podrían también, al mismo tiempo, responder a los pedidos locales de aplicación del motu proprio Summorum Pontificum. Así, la tarea de los otros sacerdotes se vería doblemente aliviada.

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(1) Señalemos, no obstante, que Mons. Piat, obispo de Port-Louis y nuevo cardenal, ha llamado a un sacerdote del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote para el puesto de capellán en los hospitales locales, lo que ha permitido, al mismo tiempo, satisfacer la solicitud del coetus fidelium que cuenta ahora con la celebración regular de la liturgia tradicional.