Correo 88 publicado el 27 Junio 2018
La nueva ceremonia de bautismo de los niños: un ritual irénico
Primera parte de
nuestro estudio comparativo entre el ritual extraordinario y las prácticas
modernas.
La reforma litúrgica
que ha seguido al Concilio Vaticano II tuvo la doble característica de
manifestarse como un cambio radical y profundo, lo que explica las oposiciones
inmediatas que encontró (ver las del cardenal Joseph Ratzinger, ya en 1966) y
de modificar el conjunto del culto católico, misa, sacramentos, bendiciones,
sin dejar nada por tocar (cuando algunos elementos pertenecían a la liturgia tradicional,
como por ejemplo, ciertas oraciones, los reformadores, por principio, les
hacían sufrir alguna pequeña modificación).
Así pues, aunque Paix
liturgique se interesa sobre todo por lo que ha cambiado en la misa nueva,
dado que su proyecto esencial consiste en hacer conocer mejor, amar y defender
la misa tradicional, juzga oportuno considerar también el conjunto del
contexto de una reforma que ha querido ser total. Los fieles vinculados a la
misa tradicional así nos lo solicitan, puesto que su vida cristiana los lleva a
participar en otras ceremonias: bautismos, confirmaciones, obsequias,
ordenaciones sacerdotales. Muchas veces, experimentan un gran malestar. Para
explicitarlo correctamente, hemos pensado que sería bueno ofrecerles elementos
de análisis en este correo y los siguientes.
Cabe señalar, por otra
parte, que las disposiciones del motu proprio Summorum Pontificum y
de su decreto de aplicación, la instrucción de la Comisión Ecclesia Dei, Universæ
Ecclesiæ, del 30 de abril de 2011, engloban, de manera expresa, la misa y
también el resto de la sagrada liturgia. La elección del misal de 1962 como
misal de referencia del usus antiquior conduce a seguir esta regla
para los demás libros, es decir, la del statu quo de 1962, (Summorum
Pontificum, art. 9, Universæ Ecclesiæ, art. 24 y 28). Lo que
significa que se puede utilizar la última edición típica del breviario
tridentino de 1961 para rezar el Oficio Divino, la del ritual de 1952 para
celebrar los sacramentos, la del ceremonial de los obispos de 1886 y la del
pontifical de 1961 y 1962, para los sacramentos administrados por los
obispos. Summorum Pontificum dice por ejemplo (art. 5 § 3): «El
párroco permita también a los fieles y sacerdotes que lo soliciten la
celebración en esta forma extraordinaria en circunstancias particulares, como
matrimonios, exequias o celebraciones ocasionales, como por ejemplo las
peregrinaciones». Debemos, pues, ayudar a justificar de manera eficaz el pedido
de quienes solicitan, para sí mismos y para quienes los rodean, los sacramentos
y ceremonias tradicionales.
Por todas estas
razones, comenzamos aquí el análisis de partes de la nueva liturgia, además de
la misa. Este estudio mostrará sus deficiencias de fondo y sus debilidades de
forma, cuyos efectos son nefastos desde el punto de vista pastoral, en especial respecto a la fe de sus «usuarios». Juicio confirmado,
desafortunadamente, por el desinterés general de los fieles con relación al
culto cristiano reformado en las Iglesias de Europa (para dar sólo un ejemplo:
en Francia, hoy, apenas el 30 % de los niños que vienen al mundo es bautizado).
Nuestros correos también serán una contribución para explicar un fracaso
pastoral sin precedente en la historia.
La nueva ceremonia de bautismo de los
niños: un ritual irénico
Realizamos nuestro
estudio sobre el bautismo de los niños comparando el ritual tradicional con el
ritual en su nueva forma 1. El
bautismo, en su forma nueva, constituye una ceremonia mucho más larga que la
antigua, donde el discurso desempeña un papel considerable, puesto que incluye
una liturgia de la palabra con una verdadera homilía 2. Al
mismo tiempo, el mensaje transmitido es mucho más débil, al menos, sobre un
punto: el aspecto del combate contra el demonio, que caracteriza de modo tan
marcado la forma tradicional, ha sido prácticamente desdibujado, lo que se
manifiesta, en especial, por la desaparición de los exorcismos propiamente
dichos así como de los ritos con valor de exorcismo.
Pareciera que los redactores del
nuevo ritual del bautismo ya no tuvieran una fe muy firme en la doctrina del
pecado original. El pecado original sería sólo una contaminación de las almas
que vienen a este mundo debida a la influencia adicionada de todas las faltas
pasadas, presentes y futuras. Los nuevos teólogos prefieren hablar de
«pecado del mundo», como el P. André-Marie Dubarle, op3, o
también el P. Gustave Martelet, sj, en Libre réponse à un scandale. La
faute originelle, la souffrance et la mort (Libre respuesta a un
escándalo. La falta original, el sufrimiento y la muerte)4, el
P. Jean-Michel Maldamé, op, etc.
Un acento menos sagrado
En el ritual
tradicional de Pablo V, las fórmulas son fijas, ceremoniales, acompañadas por
gestos ritualizados: exuflación (expulsar al espíritu del mal, infundir el
Espíritu Santo); repetidas señales de la cruz; gustación de la sal (sal
exorcisada y exorcisante, sal de la sabiduría, anuncio del alimento
eucarístico); dos exorcismos propiamente dichos; imposición de la mano e
imposiciones de la estola (toma de poder en nombre de Cristo del niño retenido
por el demonio); rito del Epheta (saliva en las narinas y en los
oídos del bautizado para abrir sus sentidos a las cosas de Dios); unciones
obligatorias con el óleo de los catecúmenos (óleo de la salvación, que es, de
hecho, otro tipo de exorcismo); el paso de la estola violeta de penitencia, que
se usa durante toda la ceremonia preparatoria, a la estola blanca de alegría,
para el bautismo propiamente dicho).
Una fórmula de
bienvenida precede al bautismo nuevo, evocando una reunión profana: «El
celebrante saluda a los presentes, principalmente a los padres y padrinos.
[...] Lo puede hacer con las siguientes palabras u otras espontáneas.»
Las variantes posibles
en este momento son bastante numerosas, lo que produce el efecto a-ritual ya
señalado. Por ejemplo, las preguntas preliminares son: «¿Qué nombre habéis
elegido para vuestro hijo? – N. ¿Qué pedís a la Iglesia para vuestro hijo? – El
bautismo». Aunque se añade: «El celebrante, en el diálogo, puede usar otras
palabras». En la segunda respuesta los padres pueden decir también: "La
gracia de Cristo", o bien: "La entrada en la Iglesia", o bien:
"La vida eterna"». Las lecturas son a libre elección, la oración de
intercesión (oración universal) puede ser modificada, el sacerdote puede
cambiar las moniciones si considera que no se adaptan a la asamblea. Para la bendición
del agua, diversas fórmulas son posibles. El sacerdote tiene la libertad de
elegir si procede a la imposición de la mano o a la unción con el óleo de los
catecúmenos. Los exorcismos quedan reducidos a una oración, con dos fórmulas a
elección, cuyo alcance es menor y que después comentaremos.
Escamoteo de la batalla contra el
demonio para dejar paso únicamente a la acogida en la comunidad
En la forma
tradicional, el bautismo se presenta como una infusión de la vida divina en una
dinámica de combate explícito contra el poder del demonio, causado por el
pecado original; el rito nuevo apenas señala esta perspectiva.
En el rito de Pablo V,
el sacerdote, revestido con una estola violeta, después de interrogar sobre el
pedido de bautismo y recordar el fundamento de la vida cristiana, que es el
mandamiento doble de la caridad, sopla tres veces sobre el rostro del niño y
pronuncia estas palabras: «Sal de este niño, espíritu inmundo, y da lugar
al Espíritu Santo Paráclito». Luego, signa al niño en la frente y en el
pecho. Más adelante, durante la ceremonia, después del último exorcismo y la
triple renuncia a Satanás, a sus obras y a sus pompas, el sacerdote signará por
segunda vez al niño con el óleo de los catecúmenos, el óleo del combate, en el
pecho y en la espalda. La imposición de la mano –signo de la autoridad que
destruye «los lazos con los cuales Satanás lo tenía encadenado»– y el
exorcismo de la sal, que le siguen, se sitúan en un mismo movimiento que
desemboca en el primer exorcismo.
En el nuevo ritual, las
ceremonias preparatorias son más cortas, pero más aún que su brevedad, llama la
atención el significado que se les atribuye, en contraste con el antiguo
ritual. Luego del diálogo sobre la solicitud de bautismo, el sacerdote, vestido
desde el inicio con alba y estola blanca («o incluso con capa pluvial de color
festivo»), hace la señal de la cruz sobre la frente del niño y declara: «N...,
la Iglesia te recibe con alegría. Yo, en su nombre, te signo con la señal de
Cristo Salvador. Y vosotros, padres y padrinos, haced también sobre él la señal
de la cruz.» Inmediatamente, se invita a entrar «en la casa de Dios a fin
de tener parte con Cristo en la vida eterna». La procesión hacia el lugar del
bautismo se hace cantando el salmo Jubilate Deo, omnis terra, «Aclamada al
Señor toda la tierra» (Vulgata 99), salmo de alabanza por excelencia, u otro
canto semejante.
La impresión que se
desprende de todo esto es que el futuro bautizado entra de pleno derecho en la
Iglesia, y que la alegría se impone enseguida, como si la marca de Satanás en
el alma del bautizado y su poder sobre ella fueran insignificantes. El
contraste es notable con la tonalidad dramática que caracteriza toda la primera
parte de la celebración según el ritual tradicional, que, no obstante, desde el
principio, menciona la alegría de la vida nueva inaugurada por el bautismo (por
ejemplo, en la oración que sigue a la imposición de la sal: «y ya que ha gustado por primera vez esta sal, no permitáis que se vea por más tiempo privado de este celestial alimento, antes sea fervoroso de espíritu, alegre en la esperanza y constante servidor de vuestro Nombre»).
La diferencia entre los
dos ritos se concentra, sobre todo, en los exorcismos: resulta considerable:
· En el ritual tradicional, los dos exorcismos propiamente dichos son particularmente explícitos: «Yo te conjuro, espíritu inmundo, en el nombre del Padre † y del Hijo † y del Espíritu Santo †, a que salgas y te apartes de este siervo de Dios. Reprímate Él, oh maldito condenado, Aquél que a pie enjuto caminaba y alargó la mano a Pedro cuando se iba sumergiendo. Así, pues, oh maldito diablo, reconoce tu justa condenación, y honra a Dios vivo y verdadero; honra a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, y márchate de este siervo de Dios...» Exorcismo que concluye con la señal de la Cruz: «Y tú, maldito diablo, no te atrevas nunca a profanar esta señal † de la Santa Cruz, que yo acabo de poner sobre su frente». Y el segundo exorcismo: «Yo te conjuro, espíritu inmundo, en nombre de Dios † Padre Omnipotente, y en nombre de Jesucristo Hijo † hijo suyo, y Señor y Juez nuestro, y en virtud del Espíritu † Santo, que te marches de esta criatura, que es imagen de Dios...»
·
En el nuevo ritual,
hace sus veces una oración que precede la celebración del sacramento. No es un exorcismo
propiamente dicho, mediante el cual, el ministro de Cristo, en su nombre,
ordena a Satanás que se retire, sino una oración con la cual se pide a Dios
simplemente que «arranque [al bautizado] del poder de las tinieblas».
o 1.ª fórmula: «Dios todopoderoso
y eterno, que has enviado a tu Hijo al mundo, para librarnos del dominio de
Satanás, espíritu del mal, y llevarnos así, arrancados de las tinieblas, al
Reino de tu luz admirable; te pedimos que este niño, lavado del pecado original, sea templo tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él. Por Cristo nuestro Señor.
o 2.ª fórmula: « Señor Dios
todopoderoso, que enviaste a tu Hijo único para que el hombre, esclavo del
pecado, alcance la libertad de tus hijos. Tú sabes que estos niños van a sentir
las tentaciones del mundo seductor y van a tener que luchar contra los engaños
del demonio. Por la fuerza de la muerte y resurrección de tu Hijo,
arráncalos del poder de las tinieblas
y, fortalecidos con la gracia de Cristo,
guárdalos a lo largo del camino de la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.»
Es verdad que, así como
en la misa, únicamente la fórmula de la consagración contiene la realidad del
sacrificio que las oraciones como las del ofertorio de la misa tradicional no hacen
más que explicitar, también en el bautismo la infusión del agua acompañada por
las palabras bautismales contiene toda la significación del sacramento, incluso
la puesta en fuga del demonio, que los exorcismos del ritual tradicional sólo
explicitan. Ello no obstante, atenuar esta explicitación trae aparejadas,
necesariamente, consecuencias sobre la fe de los fieles.
…Y no sólo sobre la fe. El padre
Jean-Régis Fropo, sacerdote de la diócesis de Fréjus-Toulon de 2005 a 2014,
señaló a las autoridades de la Iglesia, de Roma y de Francia, las deficiencias
en lo que se refiere a la lucha contra el demonio del ritual del bautismo del
15 de mayo de 1969. Según él, algunos casos de posesión diabólica de niños
o de personas bautizadas en la edad adulta podrían explicarse por la indigencia
de este ritual en materia de exorcismo5. Como
fuere, por razones análogas a las que hacen preferir la misa tradicional a la
misa nueva, es decir, las insuficiencias en la expresión doctrinal de la nueva
liturgia, muchos padres, en el momento de bautizar a sus hijos, optan por la
forma tradicional. Desde 2007, esto constituye un derecho reconocido de
los padres de familia.
1. Ordo
baptismi parvulorum, ritual del bautismo de los niños (primera edición típica
1969, segunda en 1973).
2. Rituel
du baptême des petits enfants (Ritual de bautismo de los niños),
Mame-Tardy, 1970 y 1984.
3. Le
péché originel dans l’Ecriture (El pecado original en la Escritura), Cerf,
1958.
4.
Cerf, 1986.
5. Blog de L’Homme nouveau, https://www.hommenouveau.fr/1815/religion/nouveau-rituel-du-bapteme---le-cri-d-alarme-d-un-exorciste.htm