Correo 19 publicado el 1 Septiembre 2011

PALABRAS DEL NUNCIO: EL MOTU PROPRIO PARA DESCUBRIR EL SENTIDO DE LA LITURGIA

Embajadores de la Santa Sede en todo el mundo y representantes del Papa ante las iglesias locales, los nuncios apostólicos están de tal modo exigidos por sus obligaciones diplomáticas, que solemos olvidar que también son, y en primer lugar, pastores. El reciente nombramiento, efectuado por Benedicto XVI, del nuncio apostólico en Ucrania -un puesto sensible, debido a las relaciones con el mundo ortodoxo-, el arzobispo norteamericano Thomas E. Gullickson, nos ofrece la ocasión de destacar a uno de estos hombres de Iglesia, con frecuencia desconocidos.

Nuncio apostolico en las Antillas desde el 2004 (Bahamas, Jamaica, Trinidad y Tobago, etc.), Mons.Gullickson escribió durante su permanencia en el Caribe, un blog muy interesante, donde publicaba sus homilías dominicales, sus lecturas y reflexiones espirituales y litúrgicas. En ese blog, llamado Island Envoy, Mons. Gullickson abordó varias veces el motu proprio Summorum Pontificum.

En el siguiente texto, publicado el verano pasado con motivo de los tres años de prueba del motu proprio, comenta los tres objetivos buscados por el Papa con la promulgación de Summorum Pontificum, resumidos como sigue por el canonista alemán Gero Weishaupt:
a) una respuesta a los signos de los tiempos y una vuelta a la normalidad
b) el mutuo enriquecimiento de los misales de 1962 y 1970
c) la reconcilación dentro de la Iglesia


EL TEXTO DE MONS: GULLICKSON

¿Tres años después de la publicación de Summorum Pontificum, mejoró la situación de la Iglesia? ¿Qué tipo de exposición a la liturgia antigua implicará la realización de tales objetivos? ¿Los tres objetivos formulados por Weishaupt corresponden a los que estableció el Santo Padre en su carta a los obispos del 7 de julio de 2007? Me parece que la defensa de la verdad y la promoción de la justicia, así como el respeto de la continuidad que deben existir en materia de tradición litúrgica en la Iglesia, se imponen como las prioridades más evidentes de la lectura de la carta del Santo Padre.

(…) Lo que significa que Weishaupt, en el primer punto que señala, está de acuerdo, por cierto, con las palabras del Papa, pero se queda corto en cuanto a la expresión del Santo Padre: más que hablar de los "signos de los tiempos", debería hacer una clara referencia a la corrección de los abusos litúrgicos. Hablar de una vuelta a la normalidad parece pasar por alto la cuestión, porque todo depende de la normalidad que se busque. Huelga decir que la reconciliación (objetivo c) se funda sobre un profundo respeto mutuo, pero es más compleja que solo esto.

Más que la lacónica expresión "mutuo enriquecimiento", pienso que debemos citar las palabras completas del Santo Padre sobre los abusos y el malestar general que, en la aplicación de facto de la forma ordinaria durante los últimos cuarenta anos, muchas veces obstaculizaron la adoración en espíritu y en verdad y constituyeron una fuente de confusión y desánimo para los católicos. Querría subrayar, en particular, la esperanza manifestada por el Papa con relación a la nueva liturgia: "La mejor garantía para que el Misal de Pablo VI pueda unir las comunidades parroquiales y ser apreciada por éstas, es su celebración con gran reverencia y de acuerdo con las prescripciones; es esto lo que torna visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de dicho Misal".

Está claro que el papa Benedicto XVI quiere romper las cadenas que limitaron el uso del Misal de 1962 durante las cuatro ultimas décadas y preservar el Misal de quienes han tomado de rehén a la liturgia contemporánea a lo largo de este mismo período. Lo que significa, en definitiva, que ya es tiempo de aplicar correctamente la Constitución sobre la Santa Liturgia del Concilio Vaticano II.

Summorum Pontificum constituye, ciertamente, un punto de referencia en la lucha por la expresión litúrgica completa y correcta de la Iglesia. Podría describírselo como un medio de persuasión suave, una introducción, el inicio de un contacto. No puede ser considerado como el único vehículo de la reforma, puesto que la verdad exige que se expongan de modo continuo y persistente los abusos litúrgicos que continúan perjudicando la expresión completa y adecuada del culto celebrado en lengua vernácula. Únicamente una vuelta al usus antiquior como forma ordinaria del culto podría eliminar los abusos de un solo golpe, pero no era esa la intención del Santo Padre. Benedicto XVI no dispensó a sus hermanos obispos de mostrarse vigilantes en sus esfuerzos de reforma; no dispensó a los sacerdotes de enseñar a los fieles la manera adecuada de celebrar; exhorta a los músicos y a los artistas a que efectúen esfuerzos especiales para restaurar los vínculos con la tradición hacia la que debemos preservar.

El culto divino es más que una simple reunión de oración, mucho más que un ejercicio espiritual. Los parámetros del culto celestial y la tradición que nos legaron los apóstoles condicionan el carácter sublime y la gravedad inherentes al sacrificio eucarístico y a cuanto de él deriva. (…)

Al meditar hoy sobre los misterios luminosos del rosario, me vino la idea de que, de alguna forma, son misterios muy eucarísticos o que podrían ser así abordados en la meditación. Las Bodas de Caná, sobre todo, me hablaron de la aplicación de Summorum Pontificum y de toda la cuestión de la reforma de la liturgia en lengua vernácula: solo los servidores que habían llenado las tinajas de aguasabían qué había sucedido, lo que no impide que el Evangelio nos muestre la transformación del agua en vino, a pedido de su Santísima Madre, como el primer signo público del Señor.

Estoy resuelto a proseguir mi humilde trabajo de llenado de las tinajas, lo haré dando el buen ejemplo al celebrar y, de forma particular, a través de la adoración ad orienten. Que el Señor otorgue a todos los que trabajan por el culto bien ordenado y piadoso, la posibilidad de cambiar los corazones y los espíritus. La liturgia tradicional sigue ganando los corazones y las mentes de los jóvenes, mientras que los montajes a veces banales y pretenciosos de la forma ordinaria llevan a otros a la desesperación. Debemos lo mejor al Señor como también a sus hijos en el seno de la Iglesia, por el amor y la salud del mundo.