Correo 32 publicado el 2 Enero 2013

«REJUVENECER A LA IGLESIA»: ENTREVISTA CON EL PADRE ABAD DE MARIAWALD

En nuestra carta 162, del 26 enero de 2009, comentábamos que, hacia fines de 2008, la abadía alemana de Mariawald había vuelto a la liturgia tradicional, siguiendo el Motu Proprio «Summorum Pontificum».
Transcurridos cuatro años, nos pareció oportuno pedirle al Abad, Dom Josef Vollberg, un primer balance de dicha decisión. En esta carta, os proponemos la entrevista, realizada originalmente en alemán para la edición germana del nuestro correo, acompañada de nuestros comentarios.



I – LA ENTREVISTA CON DOM VOLLBERG, ABAD DE MARIAWALD

1) Reverendísimo Padre, podría presentarnos, en algunas palabras, la abadía, su historia y su importancia en el ámbito católico alemán?

Dom Vollberg: El monasterio de Mariawald se encuentra al lado del parque nacional Eifel, a unos cincuenta kilómetros al sudoeste de Colonia, no lejos de la frontera belga. Es un lugar aislado en medio de colinas, rodeado de prados y bosques.
Su historia comienza a fines del siglo XV, con la veneración de un ícono de la Piedad entronizado por un habitante del lugar. En el año 1486, los cistercienses se radican allí y, en 1511, inauguran una primera capilla. El monasterio continúa hasta la tormenta de la Revolución Francesa; más tarde, la «Kulturkampf» de Bismark y, luego, el terror nazi, conducen a su destrucción parcial e incluso a su supresión. Pero, en cada ocasión, el monasterio y la orden a la que pertenecía encontraron los medios de resurgir.
Mariawald es el único monasterio trapense de Alemania. Los trapenses surgieron a raíz de la renovación cisterciense originada en la abadía de La Trappe, emprendida por el Abad de Rancé a fines del siglo XVII. El título completo de la orden es «Ordo Cisterciensis Strictoris Observantiae» (OCSO), es decir, Orden Cisterciense de la Estricta Observancia.
En el mundo católico alemán, Mariawald ocupa un lugar muy especial, sobre todo después de la reforma de 2009. Con la autorización del Santo Padre, el papa Benedicto XVI, en la abadía celebramos la liturgia en la forma extraordinaria del rito romano, de acuerdo con los libros utilizados por los cistercienses hasta el Concilio. Mariawald sigue la voluntad del Santo Padre, quien, cuando todavía era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había alertado sobre el peligro de la autodisolución subjetivista de la fe y el olvido de nuestras raíces espirituales. La obra llevada a cabo por Mariawald quiere estar al servicio de la Iglesia y de los cristianos de todo el mundo.
Lamentablemente, en la mayor parte de los casos, la reacción de los católicos no corresponde a la voluntad del Santo Padre. La reforma que propone suele ser resistida y tachada de reaccionaria.
En cambio, la opción efectuada por Mariawald ha encontrado gratitud y comprensión entre muchas personas, como lo prueban el número cada vez mayor de fieles que acuden a misa el domingo y los constantes pedidos de hospedaje para retiros o estadías de descanso. Cabe aclarar que tenemos una relación muy buena, de respeto y amistad, con la comunidad de fieles que conserva y venera el ícono milagroso de la Piedad de Mariawald, relación que, desafortunadamente, constituye una excepción.

2) ¿Podría exponer los motivos que os han llevado, a fines de 2008, a abrazar el Motu Proprio «Summorum Pontificum» y a elegir la forma extraordinaria en vuestra abadía?

Dom Vollberg: En la comunidad, no se observaban frutos palpables de los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II y sus miembros disminuían de modo drástico. Entre 1965 y 2011, muchos monjes han dejado el monasterio y sólo dos vocaciones han perseverado.
Frente a la tendencia antropocéntrica de la nueva liturgia, ha surgido el anhelo de que Dios volviera a estar en el centro de la vida del monasterio. Así como un árbol sólo puede vivir gracias a los nutrientes que absorben sus raíces, del mismo modo, el monje (aunque no únicamente él) necesita de la sabiduría de un tesoro secular para rejuvenecer a la Iglesia.
Conviene señalar que la liturgia de Mariawald no es completamente idéntica al rito romano. Tiene sus particularidades en cuanto al calendario, a la liturgia eucarística y, sobre todo, con relación al breviario (la liturgia de las Horas).

3) ¿Qué cambios ha implicado esta opción en vuestra vida religiosa?

Dom Vollberg: Gracias a la reforma, la vida espiritual de los monjes se ha vuelto más exigente. La nueva –entiéndase, la «antigua»– liturgia necesita un aprendizaje apropiado: cantar el gregoriano es un arte que exige una capacitación especial; el latín, lengua propia del culto, require voluntad y asiduidad; la recitación del Breviario lleva más tiempo y el comienzo del Oficio a las 3 de la mañana exige una voluntad real de renuncia. Estos sacrificios encuentran su recompensa en el descubrimiento de riquezas hasta entonces ignoradas.
El servicio del altar también necesita de un aprendizaje adaptado e incluso los fieles deben familiarizarse con la liturgia «versus Deum». La celebración «versus Deum» en lugar de «versus populum» les exige otro tipo de «actuosa participatio», la mayoría de las veces, más consciente. La comunión en la boca también conduce a una adoración más profunda. Dicho sea de paso, el mismo Santo Padre distribuye la comunión en la boca en el «Novus Ordo», dando así un ejemplo de la tan deseada «reforma de la reforma».

4) ¿Cómo ha influido esta elección en la calidad de vuestra vida comunitaria?

Dom Vollberg: Cuarenta años de liturgia nueva dificultan todo nuevo cambio, en especial, para los hermanos más ancianos.
Pero actualmente, las tensiones iniciales han cesado y la situación está más tranquila. La abertura a la tradición ininterrumpida de la Iglesia y la intensificación de la vida espiritual, poco a poco, dan sus frutos, como esperábamos, en particular, en materia de nuevas vocaciones. No debemos ser impacientes. Y aquí retomo la imagen de un amigo de la abadía: reformar Mariawald es como invertir la ruta de un barco que navega a máxima velocidad, es algo que toma su tiempo. Mariawald necesita tiempo y también las oraciones de todos.

5) ¿Cuál es su balance al día de hoy? ¿Ha causado algún efecto en las vocaciones?

Dom Vollberg: Si quiere un balance, le diría: «Volvería a hacerlo, a pesar de las numerosas y, a veces, sutiles, dificultades». Ha habido y hay numerosos candidatos que quieren ingresar a Mariawald: entre cuarenta y cincuenta desde la reforma introducida en 2008. Pero la mayoría no se queda, debido a las exigencias específicas de la estricta regla que observamos, lo que refleja un fenómeno generalizado en la sociedad actual: la incapacidad de comprometerse a largo plazo, como lo prueban el rechazo del matrimonio, la práctica cada vez más extendida del concubinato y el creciente número de divorcios civiles.
Este miedo al compromiso afecta a todas las órdenes religiosas y no tiene que ver con la naturaleza de la reforma que hemos emprendido.
En 2008, éramos doce monjes en el monasterio. Dos de ellos murieron. Hoy, por lo tanto, somos diez, entre los cuales un hermano que hace poco ha hecho su profesión solemne. Él sí no ha temido comprometerse. Contamos con un novicio y, este año, recibiremos a un postulante; además, hay dos o tres personas que han manifestado un serio interés en unírsenos. Y tres monjes más viven fuera del monasterio.

6) ¿Recibís sacerdotes, diocesanos o religiosos, interesados en descubrir o incluso aprender la forma extraordinaria?

Dom Vollberg: Sí, regularmente nos llegan pedidos de sacerdotes interesados en aprender el «usus antiquior”. Pero, debido a nuestros escasos medios, no podemos encargarnos de brindar esa instrucción.

7) En las parroquias, la «reforma de la reforma» de Benedicto XVI, quien tiende a p