Correo 110 publicado el 26 Mayo 2021

¿SUMMORUM PONTIFICUM , LA OBRA CAPITAL DE BENEDICTO XVI, EN PELIGRO?

Desde hace algún tiempo, las señales de alerta con respecto a Summorum Pontificum se multiplican: la mayoría de los obispos italianos y los pesos pesados de la Curia, en particular en la Secretaría de Estado, han convencido al papa de que la tradicionalización litúrgica del clero joven es “preocupante” y que el “derecho a la misa tradicional”, instituido por el motu proprio de Benedicto XVI era una violación del Vaticano II.

El lunes de Pentecostés, en la apertura de la reunión de la Conferencia Episcopal Italiana, la CEI, el papa comenzó por sermonear a los obispos italianos, que se resisten a poner a la Iglesia italiana en estado generalizado de sínodo puesto que consideran que es una idea costosa y totalmente inútil. Manías de viejo, dicen incluso algunos. 

Luego, una vez que los periodistas hubieron salido de la sala de debates, el papa abordó un tema que une a muchos obispos de la península: la execración de Summorum Pontificum. Francisco confirmó la aparición de un documento que lo han presionado a redactar, destinado a “reinterpretar” el motu proprio de Benedicto XVI. Su publicación se ha visto retardada porque el documento parece haber provocado objeciones y frenos, en especial, por parte del cardenal Ladaria y la Congregación para la Doctrina de la Fe, que han manifestado que provocaría problemas y oposiciones incontrolables en todo el mundo. A pesar de todo, pareciera que la Secretaría de Estado presiona para que el texto sea publicado; sus disposiciones principales serían las siguientes:


– las comunidades que celebran según la forma tradicional podrían seguir haciéndolo;

– en cambio, los sacerdotes diocesanos tendrían que obtener un permiso específico.


Es evidente que este documento, inaplicable en muchos países como Francia, por ejemplo, tendrá un alcance  principalmente simbólico: hacer que la celebración de la misa tradicional ya no sea un derecho, sino una excepción tolerada.

El grupo de presión anti-misa tradicional, que opera desde la Universidad de San Anselmo, la Curia y la CEI, empuja al papa hacia un error político mayúsculo: el descontento latente de toda una parte de los católicos ante las aproximaciones doctrinales, las debilidades frente a las desviaciones alemanas, la multiplicación de las declaraciones que son, cuando menos, desconcertantes, corre el riesgo de transformarse en un verdadero hartazgo. En lugar de tratar de captar cuáles son los pensamientos y las aspiraciones de una parte muy viva del pueblo cristiano, se la empuja a la desesperación y la exasperación.

Se desgarra así, en forma deliberada, la paz de la Iglesia, en especial, la paz litúrgica, a la que Benedicto XVI había contribuido tanto con su sabio texto liberador: se prenuncia un retorno a los peores años del post Concilio.