Correo 7 publicado el 16 Junio 2010

FRANCIA: ¿UN SIGNO DE APERTURA?

El reciente peregrinaje de Chartres organizado por la asociación “Notre Dame de Chrétienté” ha estado signado por la visita de Monseñor André Vingt-Trois, Cardenal Arzobispo de París y Presidente de la Conferencia de los Obispos de Francia, quien, el domingo 23 de mayo, ha presidido la Adoración al Santísimo Sacramento.

En 28 años es la primera vez que un Presidente de la Conferencia Episcopal francesa participa de este peregrinaje tradicionalista que, de todos modos, siempre ha estado en plena comunión con la Iglesia. El acontecimiento es entonces excepcional y es oportuno que se intente entender a fondo el sentido de esto.


I – UN POCO DE HISTORIA

En 1982 un grupo de laicos franceses, pertenecientes al Centro Charlier, relanza la antigua usanza de un peregrinaje a pie desde París a Chartres. La dirección espiritual de la marcha (un recorrido de 100 km en tres días rebautizada “Peregrinaje de la Cristiandad”) fue confiada al Padre François Pozzetto (1). Fundado y organizado por laicos, el peregrinaje manifiesta desde el inicio la propia vocación misionera y el impulso a colaborar a la reconciliación de los católicos con la tradición, especialmente litúrgica, de la Iglesia.

Inmediatamente es un éxito. Millares de peregrinos inundan el camino de Chartres. El peregrinaje, expresando con claridad un apego a la liturgia romana tradicional (2), en aquella época es menospreciado por la jerarquía católica francesa y por eso permanecen obstinadamente cerradas las puertas de las Catedrales de París y de Chartres, con una excepción, en lo que se refiere a esta última, en 1985. La consagración de cuatro obispos en 1988 por parte de Monseñor Lefebvre, superior de la FSSPX, marca en adelante la escisión del peregrinaje, sin llegar, sin embargo, a afectar la asistencia. ¡Al contrario, estaríamos tentados de decir!

> Por una parte, porque la suma de los participantes a los dos “nuevos” peregrinajes es de todos modos superior al número de aquellos que participaban a la única procesión precedente (más de 15.000 peregrinos en media, contra los 10.000 del 1988, el año de la mayor afluencia al peregrinaje unido).

> Por otra parte, porque los obispos, buscando poco a poco tratar a quienes participan en la procesión que expresa la propia fidelidad a Roma como católicos “normales” (o casi), abren los santuarios a los fieles, asisten a las ceremonias e incluso aceptan celebrar en algunos casos.

Es necesario decir que el peregrinaje París-Chartres (la FSSPX desde 1990 marcha en la dirección Chartres-París) es incontrovertiblemente la vitrina de la adhesión a la liturgia tradicional en Francia, lo que está bien ilustrado particularmente por los jóvenes, por su dinamismo, por la organización impecable, y por su apego alegre y sereno a la liturgia tradicional de la Iglesia . No es posible contar el número de los jóvenes que, habiendo crecido después de la reforma, han podido descubrir maravillados, con ocasión del peregrinaje, el esplendor del rito tradicional. No se puede decir cuántas han sido las conversiones suscitadas y tampoco establecer el número de vocaciones sacerdotales y religiosas nacidas sobre el camino de Chartres.

Una sola certeza: no sólo el peregrinaje a Chartres ha jugado un rol de primer plano para la conservación y el desarrollo de la liturgia tradicional en Francia en un momento en que estaba amenazada de hecho por las autoridades eclesiásticas, sino que también ha favorecido la toma de conciencia por parte de los prelados de buena voluntad que aquel 34% de católicos franceses (sondeo CSA 2008 para Paix Liturgique) apegados a aquella que hoy llamamos forma extraordinaria del rito romano, eran católicos a título pleno.

Sin embargo, hasta este año nunca un Presidente de la Conferencia de los obispos de Francia se había ocupado abiertamente del peregrinaje.


II – ¿UN VIRAJE EN LA ACTITUD DE LOS PRELADOS FRANCESES?

Monseñor André Vingt-Trois, Cardenal Arzobispo de París y Presidente de la Conferencia Episcopal Francesa desde el 2007, no es ciertamente conocido por su amor por la liturgia tradicional, ni por su simpatía hacia los fieles de las comunidades Ecclesia Dei. Heredero de Monseñor Lustiger, es un conservador conciliar, que, hasta hoy, no ha hecho prácticamente nada por favorecer la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum en París (una sola misa parroquial semanal acordada desde el 2007 frente a 35 pedidos oficiales formalizados sobre un centenar de parroquias). Se puede decir que se halla también un poco bajo presión dado que su diócesis –como prácticamente todas las diócesis francesas– está en un estado deprimente a nivel de vocaciones sacerdotales, de asistencia de los fieles a Misa (en un sondeo Harris Interactive para Paix Liturgique del febrero 2010, ¡sólo el 9,9% de los católicos parisinos declara ir a misa todos los domingos!) y también a nivel financiero.

El Cardenal Vingt-Trois sabe bien que, con ocasión de las visitas ad limina a Roma de los obispos franceses previstas en los próximos meses, el balance que deberá defender –el suyo, pero también el de sus hermanos, dado que es el Presidente de la Conferencia Episcopal– es poco satisfactorio. Al visitar el peregrinaje de Chartres, ahora de renombre a nivel internacional y además abiertamente apreciado por numerosos miembros de la Curia romana, ha cumplido un gesto eminentemente mediático.

Algunos podrían ver en su aparición en el camino de Chartres nada más que un gesto táctico destinado a la vez a calmar a aquellos que están pidiendo la forma extraordinaria en las parroquias parisinas y a tranquilizar al Vaticano (en particular la Comisión Ecclesia Dei en cuyas oficinas se lo ha visto mucho en los últimos meses) en lo que respecta a su buena disposición en relación a la aplicación del Motu Proprio.

Sin embargo no es ésta la interpretación que nosotros hacemos de esta visita histórica. La simplicidad con la cual Monseñor Vingt-Trois se comportó durante su permanencia entre los peregrinos y las palabras que ha dicho en esta ocasión nos incitan a celebrar la actitud del Cardenal y a agradecerle por su hermoso gesto.

Suspendiendo la dureza del juicio a propósito de los fieles ligados a la tradición de la Iglesia expresada en su último libro (3), declaró, en efecto, a la radio que estos católicos “en la medida en que respetan las leyes y las reglas de funcionamiento de la Iglesia, forman parte de la Iglesia”, y que “son miembros normales de nuestra Iglesia”. Con los peregrinos mismos ha reconocido sin más pertenecer a la misma familia: “la Iglesia es nuestra madre. Es porque la Iglesia es nuestra madre y porque yo estoy asociado al ministerio apostólico de Cristo en el colegio episcopal bajo la presidencia y la guía del Santo Padre Benedicto XVI, que os considero miembros de mi familia”.

Ciertamente, ahora es necesario que las promesas hechas en esta visita a Chartres se concreten en las parroquias de París, y se apliquen a la realidad dominical de un país al cual Juan Pablo II había recordado la propia misión de “hija primogénita de la Iglesia”. Recemos para que el gesto de Chartres sea seguido por hechos. Toda la Iglesia, y no sólo la de Francia, tiene gran necesidad.


(1) El Padre Pozzetto, que hoy es miembro de la Fraternidad San Pedro, en aquella época formaba parte de la Fraternidad San Pío X.

(2) El punto n. 4 del estatuto de la Asociación Notre Dame de Chrétienté establece que “en fidelidad total a la Santa Sede, los organizadores del peregrinaje se remiten a la enseñanza constante de la Iglesia. Traducen el propio apego a la Tradición en todas sus formas, en particular doctrinales, litúrgicas y sacramentales, con el uso exclusivo del rito tridentino, como ha sido codificado en los libros de 1962 y, nuevamente, confirmado con el motu proprio “Summorum Pontificum” del 7 de julio de 2007 como “forma extraordinaria”, nunca abrogada, de la liturgia del Santo sacrificio de la Misa. Piden a los sacerdotes que los acompañan respetar esta elección del ministerio que ejercen durante el peregrinaje y en el curso de las variadas actividades preparatorias”.

(3) En este libro (Una misión de libertad, Ediciones Denoël), Monseñor Vingt-Trois hace afirmaciones poco caritativas hacia los fieles ligados a la tradición litúrgica y doctrinal de la Iglesia, asemejándolos simplemente a “integristas” y acusándolos de ser una especie de “contra-Iglesia” que se pone en una posición de enjuiciar al Papa y a los obispos.